
. La lluvia había perdido su timidez y llamaba mi atención desde la ventana. El vidrio dejaba clara su húmeda presencia. Abrí la ventana.
Un ejército agitado de gotas invadían el mundo (al menos hasta donde mi vista alcanzaba). Chocaban, violentas, y se escurrían por el techo, por las finas cuerdas de el alambrado... y, poco después, por entre mis brazos y manos. El cielo gritaba dando su aprobación.
Cerré los ojos y pensé en todas las ocasiones en las que juntos habíamos visto llover de un modo semejante.
Traté de recordar cada uno de los momentos en que la lluvia nos había sorprendido y acorralado en alguna parte y nos había hecho soñar (también como nunca tratamos de escapar). En mi mente apareció, como si fuese una película , cada instante en que, aún sin verla, protegidos bajo un techo, entre una alfombra y una manta de hojas , habíamos podido sentirla gritar, quemar las calles, dar vida a esta hermosa amistad y a la vida misma,
Abrí los ojos y deseé llamarte, compartir con tu voz tierna y azul estos recuerdos. Tomé el teléfono e imaginé tu respuesta:
- Tú y yo jamás hemos visto llover, jamás hemos reído juntos bajo la lluvia, jamás...
- Oh! calla, calla! - respondo-, eso quizás sea porque aún no existes, porque no nos conocemos y habitas mi imaginación como arañando el fuego; pero, ay! si, estés donde estés, tan sólo supieras la necesidad que tengo de pintar de realidad esos recuerdos....